
Intento imaginar un prado verde, un mar calmado, un cielo azul, un vestido rojo. Pero cada imagen se mancha de negro. Cada pensamiento se nutre del miedo que nace de mi interior. Es absurdo y lo sé, porque sólo yo seré capaz de luchar contra este temor que me persigue.
Salgo a la calle y me echo a correr. Corro con todas mis fuerzas. Intento llegar a algún sitio donde no me encuentre nadie. Me escondo en un parque infantil y bajo una piedra, pero las nubes siguen ahí, acechándome, recordándome que el paso del tiempo nunca cesa y que el fin se aproxima con virulencia.
Ya no tengo más fuerzas. Mis piernas me fallan y caigo al suelo, con la mitad de mi cuerpo dentro de un charco. La niña vestida de colores se me acerca y me tiende la mano para ayudarme a ponerme en pie. Esta vez va descalza. Me pregunto cuáles serán sus intenciones en el día de hoy, sin sus charolitos negros. Sin más, encajo mi mano en su pequeña mano de niña y ella estira con tal fuerza que todo mi yo, tanto el físico como el etéreo, se ve sacudido por los aires. Voy volando y no sé cómo detenerme, y tampoco sé si quiero hacerlo. Vuelo sobre océanos y continentes que desconozco. Vuelo fuera de la atmósfera y alrededor de la Luna. Vuelo hacia el Sol, vuelo a través del espacio y doy vueltas a los planetas. En mi viaje veo colores de los cuales no conozco el nombre.
Al final de mi orbitar, llego de nuevo a La Tierra pero no a mi casa. Llego a algún lugar, aunque frío, donde no hay rastro de las nubes. Estoy a salvo de su acecho pero no sé por cuánto tiempo.
Salgo a la calle y me echo a correr. Corro con todas mis fuerzas. Intento llegar a algún sitio donde no me encuentre nadie. Me escondo en un parque infantil y bajo una piedra, pero las nubes siguen ahí, acechándome, recordándome que el paso del tiempo nunca cesa y que el fin se aproxima con virulencia.
Ya no tengo más fuerzas. Mis piernas me fallan y caigo al suelo, con la mitad de mi cuerpo dentro de un charco. La niña vestida de colores se me acerca y me tiende la mano para ayudarme a ponerme en pie. Esta vez va descalza. Me pregunto cuáles serán sus intenciones en el día de hoy, sin sus charolitos negros. Sin más, encajo mi mano en su pequeña mano de niña y ella estira con tal fuerza que todo mi yo, tanto el físico como el etéreo, se ve sacudido por los aires. Voy volando y no sé cómo detenerme, y tampoco sé si quiero hacerlo. Vuelo sobre océanos y continentes que desconozco. Vuelo fuera de la atmósfera y alrededor de la Luna. Vuelo hacia el Sol, vuelo a través del espacio y doy vueltas a los planetas. En mi viaje veo colores de los cuales no conozco el nombre.
Al final de mi orbitar, llego de nuevo a La Tierra pero no a mi casa. Llego a algún lugar, aunque frío, donde no hay rastro de las nubes. Estoy a salvo de su acecho pero no sé por cuánto tiempo.