Costumbre

Sandra se levanta cada mañana y mira por la ventana. Es algo que ha hecho desde que alcanza a recordar. Es un acto reflejo e incluso cuando no duerme en su casa lo hace y observa las novedades de este nuevo paisaje. Durante un tiempo estuvo viviendo en una residencia y no tenía ventana en su habitación. En realidad tenía una ventana por la que apenas podía poner la cabeza a través, y sólo alcanzaba a ver la pared lateral del edificio contiguo; todo un muro de ladrillos. Aquellos meses salía en pijama e iba hasta el final del pasillo donde se quedaba unos instantes observándolo todo. Desde allí veía el mar y un montón de grúas portuarias.
Desde la ventana de su cuarto se ve el río y un puente romano. Siempre hay alguien pasando por ahí, solos o con un perro, pues aprovechan que hay espacio para que los animales puedan jugar y correr sin molestar a nadie.
Al otro lado del río está la parte antigua y buena de su pueblo. No eligió su piso por las cualidades de este, sino porque era el que mejores vistas tenía desde la ventana de su cuarto.
El cielo hoy es gris y está cuarteado por nubes blancas. Quizás llueva. Sandra mira, observa y busca los detalles que diferencian el día de hoy con el de ayer. Abre la ventana y deja que entre el aire de la primera mañana de otoño.